Por Deborah Buiza
Hay lugares, relaciones y proyectos que pierden vigencia y aunque al principio no siempre sabemos cuándo se terminarán, la fecha de caducidad llega de manera inevitable y es necesario soltar, caminar y dejar atrás. Dicen que nada es para siempre, que todo tiene un ciclo y en algún momento se tiene que terminar, pero en muchas ocasiones, aunque estamos conscientes de ello nos resulta difícil e incluso doloroso dejar ir, cerrar esa etapa.
Para algunas personas, cerrar ciclos puede ser algo natural y con mucha facilidad se “despiden” de lo que se ha acabado y con muy buena disposición se encaminan a los nuevos proyectos, llevando consigo la satisfacción de lo realizado y el aprendizaje de la etapa vivida.
Para algunas otras personas, no es tan “fácil” y puede ser que el proceso se atore un poquito, es como si tuviéramos una cuerda en las manos y no lográramos soltarla, aunque eso limite el tomar la cuerda que nos ofrecen delante.
¿Has notado como hay cosas que es más fácil decir “muy bien esto se ha acabado, vamos a lo que sigue” y otras que se sienten como “no puedo creer que esto se ha acabado, por favor un poco más”?
¿De qué dependerá el cerrar los ciclos con mayor facilidad?
Con la idea de darle un “cierre” que nos permita continuar y llevarnos la experiencia podríamos sentarnos y con mucha tranquilidad, ir desmenuzando poco a poquito lo sucedido, quizá podríamos revisar en qué momento se inició esa etapa y preguntarnos quiénes éramos en ese momento y quiénes somos ahora, revisar cómo se fueron desarrollando las cosas, qué papel jugamos en ellas, reconocer lo que salió bien, el esfuerzo que hicimos, las lecciones aprendidas y los errores que cometimos, darnos la oportunidad de reflexionar por qué terminó y preguntarnos si hay algo pendiente de resolver.
Una vez que hayas revisado la experiencia, toma la decisión de no aferrarte, de quedarte con lo aprendido y si es posible, agradece lo sucedido. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo por lo que es necesario tomarse tiempo y ser paciente con uno mismo durante este proceso, y por supuesto, si sientes que en algo te atoras es muy válido buscar ayuda especializada para acompañar este tema.
Aceptar que todos tenemos un ritmo distinto para dejar ir las cosas y una manera muy personal de “despedirnos” puede quitarnos el peso de la crítica o la “urgencia” por cerrarlo, cuando tal vez aún no estamos preparados para dejar la habitación, cerrar la puerta y echar la llave. Cada quién a su tiempo y forma.
Dejar ir nos permite seguir adelante más ligeros, comenzar nuevos ciclos, abrir nuevas temporadas, mira con ilusión al futuro y confía que lo que viene es aún mejor que lo que ha terminado.
Y tú ¿estás listo para soltar y continuar
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