Por Déborah Buiza
A veces “amamos” tanto a nuestros defectos y errores, nos “encariñamos” con aquello que no nos ha permitido avanzar y nos ha limitado, que nos negamos a trabajar en ellos y en dejarlos ir, hacerlo representaría salir de nuestra área de confort en el que “sabemos” quienes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. Defendemos a capa y espada a quien creemos que somos bajo el argumento de la “auto aceptación” y nos amparamos con el típico “así como soy me amo y soy maravilloso, por lo tanto, no tengo que cambiar”.
Parte de tener una alta autoestima es el conocernos y aceptarnos como somos, pero si nos descuidamos un poco podemos caer en la “autocomplacencia” o en “amarnos” tanto, así como suponemos que somos, que no nos inquiete ni siquiera un poco el querer ser una mejor versión de nosotros mismos y hacer algo para acercarnos a ello. Creer que así como somos es lo único que seremos y creer firmemente que sabemos lo que hacemos y hacia dónde vamos es condenarnos a la inmovilidad y a la pasividad.
Yo te preguntaría: ¿Crees que así como eres hoy, así totalmente, y únicamente, así eres? ¿Así como eres ahora, te gustaría ser toda la vida? ¿No hay algo que te gustaría ser además de lo que ahora eres? ¿La vida que ahora tienes será lo único? ¿”Esto” (por decirlo de alguna forma) que hoy eres, eso será todo de ti? ¿Esto es todo?
Y no me refiero a ir inconformes por la vida buscando “más”, en un sentido consumista, acumulador y avaro, o a ir por la vida en un estado de indefensión y como perrito abandonado en Periférico por no saber quién se es ni para donde se va. Tampoco me refiero a no creer en ti, en tus capacidades, sueños, habilidades y anhelos. Me refiero a no quedarnos en la comodidad de nuestros espacios personales ya conocidos, explorados y normalizados, salir a explorar nuevas posibilidades de nosotros mismos, a encontrar nuevas habilidades, sorprendernos todos los días con lo que somos capaces de ser, de pensar, de hacer, de seguir creciendo.
Hay una película que me gusta mucho que en español la titularon “Sí señor”, tal vez la has visto. Me gusta la propuesta de decir SI a cada cosa a la que por principio uno diría NO (claro dentro de los límites de la seguridad y de lo permitido legalmente). En alguna parte leí que si uno se propone trabajar en algún defecto o algo que deseara cambiar de sí durante un año (y cada año algo distinto) al final de la vida sería una mejor persona. Dos propuestas que nos podrían impulsar al crecimiento a través de la exploración de nuevos horizontes y del trabajo personal.
Te propongo escribir una lista de esas cosas que siempre dices “es que yo no” (“yo no como eso”, “yo no hago eso”, “yo no uso eso”, “yo no necesito cambiar eso” etc., etc., etc.), lo revises y te propongas hacerlo al menos una vez (o modificarlo un poco). Tal vez encuentres algo que te guste o no, uno nunca sabe. Yo era de las que decía “¿Yo? ¿Hacer ejercicio? ¡Nunca! A mí no me gusta” y un día me puse los tenis y ahora no puedo vivir sin disfrutar de unos kms. Si, así pasa cuando uno se reta… uno se transforma.
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