Por Deborah Buiza
Quino a través del personaje de Mafalda en alguna de sus viñetas expresaría “paren el mundo que me quiero bajar”, y es que en varios momentos de la vida si dan ganas de gritarlo y bajarse a como de lugar, son momentos en los que sientes el corazón a mil, como si se fuera a salir del pecho, casi que puedes sentir el aire jugando con tu cabello.
Recuerdo un primer día en una nueva área, mi jefa me había explicado lo que tenía que hacer y yo sentía que aquello era como subirse a un tren a alta velocidad cuando habías llegado tarde a la estación, no sabías ni de qué iba el asunto y además lo que había que hacer tenía un atraso de varias semanas, si hubiera sido una película de acción hubiera corrido en botas con altos tacones sin perder el glamour y aunque el esfuerzo hubiera sido el máximo yo hubiera logrado el objetivo, pero no, sólo era yo.
Y no era yo, claro que para algunas cosas si me tomo mi tiempo, pero aquello iba a una diferente velocidad que la que yo traía, de la que en ese momento podía.
Valdría la pena revisarnos cuando sentimos ese vértigo, identificar si lo que nos sucede tiene que ver con nosotros, nuestra forma de ser o entender el mundo, si es por la falta de habilidades, herramientas o conocimiento para enfrentar las cosas, si el contexto en el que se presentan las circunstancias le da una velocidad o tono diferente o simplemente es que uno ya viene cansado de antes.
¿Haría alguna diferencia identificar todos estos elementos?
Darnos cuenta, más allá de nosotros, del escenario completo nos permitirá, si es posible, manejar o tolerar la velocidad y, además, encontrar el mecanismo o la herramienta necesaria para enfrentarla.
En la película Sonic, la película (título original en inglés: Sonic the Hedgehog, 2020) hay una escena en la que se ve como modifica el lugar en el que está, él va a alta velocidad, pero sólo nos es posible observar lo que sucede porque la acción está “grabada” en cámara lenta, a veces cuando las cosas van demasiado rápido necesitamos aplicar un slow motion para observar que es lo que está pasando y encontrar lo que necesitamos hacer.
No es fácil, porque en ciertas circunstancias el tiempo apremia, pero de no darse el tiempo para revisar es posible cometer errores que después cueste más resolverlos, quedarse con cargas que hacen más pesado el camino o se podría tropezar en una sobre responsabilización, y ya sabemos que el problema con eso es que nos llena de culpa y pensamientos que no ayudan para sacar las cosas adelante.
Por ello, si sientes que las cosas de repente van muy rápido, detente un segundo, respira y observa que es lo que sucede en tu entorno y en ti, ya con mayor información de la situación y de tu persona es probable que encuentres la mejor manera de enfrentar las cosas.
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