Fernando Castro Borges
Siempre existe una emoción especial, cuando una ciudad, un poblado o un lugar específico tiene un pasado fascinante, donde las casas, los parques, las ceras, los árboles, hablan de su historia. Aquellos espacios, relatan sucesos extraordinarios, que han dejado huella imborrable, que han creado identidad. En ocasiones embates lamentables; sin embargo aquellos sucesos que a pesar de haber causado un gran daño por causas naturales y se han levantado del escombro con un aplomo admirable, se forja una generación valiente, donde la solidardad humana es el motor para que la sociedad dañada se recupere y se impulse para el orgullo de todos.
La naturaleza no ha cesado de hacernos recordar que tiene un gran poder al que se admira todos los días con la puesta del sol, o el atardecer, asi como admirar la diversidad de flores, rios y mares; pero tambien nos hace sentir su poder destructivo. Los desastres naturales han estado relacionados a lo largo de la historia de la humanidad, es inherente a la vida de nuestro planeta, siempre ha estado presente.
El impacto y consecuencias negativas de los diferentes tipos de desastres naturales han creado la necesidad de mitigarla y de preparar a la sociedad; estar preparados a efecto de actuar antes, durante y después de cada fenómeno destructivo. Cada uno de los golpes de la naturaleza, ha generado la necesidad adquirir una Cultura de la prevención; para saber atenuar el impacto que se presente.
A lo largo de la historia de nuestro país hemos sido víctimas de la fuerza de la naturaleza, muchas de las veces de una manera trágica; que han dejado una profunda huella social. Los sismos, terremotos, deslaves, erupciones volcánicas, heladas, sequias y huracanes, son fenómenos que en México se conocen y que la sociedad sabe responder con una solidaridad ejemplar.
En septiembre de 1955, Chetumal sufrío un impactante huracán, que se quedó plasmado en la historia de la ciudad. En donde los jóvenes, con gran audacia y valor salieron a auxiliar a sus vecinos y amigos; con el fin de proteger a las familias y sus pertenecias; dando apoyo a los necesitados.
El huracán Janet, ha sido el mas poderoso del que nuestro país tenga registro en este lugar fronterizó con centroamérica. Su cronología de nueve días, se caracterizó por dejar destrucción a su paso. Este icónico ciclón se formó de una onda tropical al este de las Antillas Menores el 21 de septiembre de 1955 trasladándose hacia el oeste a lo largo del Mar Caribe.
Janet fluctuaba de su intensidad, sin embargo, alcanzó su máxima fuerza como un huracán de categoría cinco con vientos de 280 km / h. golpeando cerca de Chetumal, el 28 de septiembre. Posteriormente al adentrarse a la Península de Yucatán disminuyó su fuerza, su trayectoria se desvió a la Bahía de Campeche, donde se fortaleció un poco antes de tocar tierra cerca de Veracruz el 29 de septiembre. Janet se vio disminuído rápidamente sobre el terreno montañoso de México disipándose el 30 de septiembre.
Al tocar tierra ese 28 de septiembre, este fénomeno atmosférico como categoria cinco causó una devastación severa en áreas de Quintana Roo y Honduras Británica (Actualmente lo que constituye Belice). De acuerdo a algunos historiadores, estiman que ocurrieron alrededor de 500 muertes, además que solo cinco edificios en Chetumal se consideraron intactos después del paso de Janet.
Después de 67 años de lo ocurrido; Janet está presente en la vida diaria de Chetumal. Se le puede observar en la infraestructura urbana; tienen calles que recuerdan el hecho; en el centro de la ciudad se encuentra la Avenida de los Héroes, nombrada asi por los jóvenes que valientemente salieron al auxilio de los necesitados; además que a lo largo de ésta se marca, con una placa, el nivel que alcanzó el nivel del agua. Otros rincones que hacen que el recuerdo sea imborrable es el poste que fue atravesado por una tabla durante el ciclón; que podemos ver en el parque frente a la bahía de Chetumal.
La historia de la Casa Voladora, inmueble que aseguran albergaba a 25 personas y fue arrastrado 300 metros al paso de Janet; la cual hoy sigue de pie y se puede admirar como testigo de la furia de la naturaleza, en la calle General Anaya de la Ciudad Capital de Quintana Roo.
En 1988, el monumento y el parque del Renacimiento fue creado como un homenaje a los chetumaleños, que conocieron la violencia del huracan Janet, pero también es considerado como un símbolo de fortaleza y solidaridad chetumaleña, durante el paso del fenómeno natural que marcó un antes y un después de este lugar emblemático de donde inicia México.
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