Redactor: Daniel Lee
Según la segunda Encuesta de Trabajo Sexual, Derechos y No Discriminación (2022), del Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación de la Ciudad de México (Copred), 64.1 por ciento de las trabajadoras sexuales que laboran en la calle viven violencia y discriminación, pero en el caso de las mujeres trans el porcentaje sube a 76.9. Quienes más las agreden son los clientes (69.2 por ciento).
Las mujeres trans son poco más de la mitad de las trabajadoras sexuales en la Ciudad de México. Ellas experimentan discriminación y violencia, incluso en mayor medida que sus compañeras "mujeres biológicas".
Sandra Montiel Díaz, originaria de Xalapa, Veracruz, es una trabajadora sexual trans que desempeña esta labor desde hace 26 años, y cuenta que hace poco más de dos décadas un cliente le arrojó ácido y le provocó "quemaduras de tercer y cuarto grados".
Desde entonces se ha sometido a diversos procedimientos quirúrgicos y cosméticos para borrar las huellas que dejó ese "fuerte" episodio, y poder seguir en su labor.
Ese fue el caso de Sandra, quien pertenece al colectivo Esquina Libre y considera que fue violentada por su condición de mujer trans.
"Tuve una experiencia muy fuerte, porque fui atacada con ácido; el 23 de octubre se cumplen 22 años. Tuve quemaduras en 70 por ciento de mi cuerpo. Un joven se me acercó, me preguntó cuánto le cobraba, empezamos a hacer el trato, y sacó de su chamarra cazadora un frasco y me lo arrojó a la cara. Afortunadamente alcancé a taparme los ojos con mi brazo derecho.
"He tenido muchas cirugías reconstructivas en la mitad de mi cara y cuerpo y con tratamientos cosmetológicos para poder verme lo mejor posible, y estar más a gusto conmigo misma. Aun así, sigo ejerciendo el trabajo sexual, y creo que lo que ocurrió me hizo una mejor persona."
Tras lo vivido es solidaria con sus compañeras que han sido afectadas por los "modelantes o biopolímeros" y las apoya. Añade que estos temas de salud también hay respaldo de Elvira Madrid, presidenta de la Brigada Callejera de Apoyo a la Mujer.
"Cuando me pasó lo del ácido nadie me ayudó. Las cirugías me las pagué con mi trabajo, y sigo ahorrando para mis tratamientos" apunta, y agrega: "estoy, junto con la saxofonista María Elena Ríos, impulsando la ley Malena, para que quienes cometen estos aberrantes ataques sean castigados con una sentencia justa; que no sólo se tipifique como agresiones, sino como intento de feminicidio".
Vestida con una blusa azul de manga larga de cuello semialto, pantalones en el mismo tono y con el cabello liso y con fleco, que cubre parte de su rostro, dice que a sus 45 años cree que ya no le quedan muchos años más en la actividad.
Respecto a ello esgrime un potente argumento que la hace reír: "¡No es lo mismo putear a los 20, que a los 40!" Por eso tiene planeado volver a Xalapa en unos cinco años. Allí desplegará otras destrezas que ha aprendido, como cosmetología.
Su vida no ha sido fácil, trabajó desde niña en locales de comida, "y siempre me explotaban; trabajaba 10 o 12 horas por el sueldo mínimo, por eso a los 19 años me vine a la CDMX al trabajo sexual".
Comments