Cuando ganó las elecciones para gobernador de Nuevo León el 6 de junio de 2021 me dio mucho gusto porque Samuel Alejandro García Sepúlveda, un joven de 34 años de edad en aquel entonces, se veía un hombre inteligente, exitoso, formal, serio, preparado, con una licenciatura en Derecho y dos doctorados, uno en Derecho Fiscal y otro en Derecho Constitucional y Gobernabilidad, casado con una empresaria influyente en las redes sociales. Había sido diputado local y senador por el Partido Movimiento Ciudadano.
García Sepúlveda había llevado su gestión de gobierno de manera aceptable hasta que el presidente Andrés Manuel López Obrador, hábil para la política como nadie, lo mencionó en septiembre pasado como posible aspirante presidencial por su partido para las elecciones del 2024. Desde ese momento el gobernador sintió maripositas en el estómago y empezó a decir que podía, pese a que prometió no dejar su cargo durante los seis años de gestión.
Por supuesto, López Obrador lo que quería era a un tercero en discordia que le quitara votos a la candidata de la oposición Xóchitl Gálvez Ruiz, pero Samuel Alejandro García se lo tomó muy en serio. Puede ser que haya hablado con el presidente sobre el tema y le pidió respaldo y promoción, pero no quitó el dedo del renglón y con el apoyo de Dante Delgado, dirigente de Movimiento Ciudadano y político mañoso desde siempre, lo postularon como aspirante.
La voz popular y la opinión pública señalaba que Andrés Manuel López Obrador había sido el único presidente que destapó a tres candidatos porque él también fue quien mencionó por primera vez a Xóchitl Gálvez como aspirante cuando el Frente Amplio por México estaba en el proceso de selección.
La percepción de la gente y los medios -- tal vez ahora hasta de López Obrador -- sobre Samuel García, dio un giro de 360 grados hace unos días cuando, originado por su mala relación con los legisladores del PRI y del PAN, se descubrió a sí mismo como niño berrinchudo y un ignorante de la ley queriendo imponer a un gobernador interino contra la voluntad del congreso de Nuevo León, integrado en su mayoría por partidos de oposición. Dicen que también teme que le descubran sus malos manejos financieros por miles de millones de pesos.
Como no le cumplieron su voluntad, Samuel García decidió, por sí mismo, sin hacer del conocimiento del Congreso, como estipula la Constitución local, regresar a su cargo de gobernador y por sus meras pistolas ordenar que no entrara al edificio de gobierno Luis Enrique Orozco, nombrado oficialmente gobernador interino.
Samuel Alejandro García ya no va a ser candidato a la presidencia en 2024. Ya dijo que lo esperen para 2030. En todo este entrampado, el joven político quedó en ridículo porque demostró ningún conocimiento de las leyes, ambición y desinterés por su estado. Lo peor es que así hay muchos casos similares; ahí está Claudia Sheinbaum, candidata de Morena, que defendió al regiomontano con declaraciones es las que denota su desconocimiento elemental de las normas legales. Pobre Nuevo León y pobre México.
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