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Tu derecho a votar

Por Antonio Gamboa Chabbán


¿Por qué las personas no salen a votar? ¿Por qué tramitan una credencial para votar, pero no les interesa ejercer su derecho al voto?


Para estar en condiciones de dar respuesta a estas preguntas, comentaré sólo algunos de los instrumentos democráticos que han sido impulsados desde la ciudadanía y por todos los partidos políticos a lo largo de muchos años de construcción democrática, como la credencial para votar, el listado nominal y otras instancias.


Queda demostrado que la credencial para votar ha representado más un instrumento para identificarse con plena eficacia ante instancias públicas y privadas, -distantes del mundo electoral-, que para ejercer el voto. La credencial para votar se ocupa mucho más en asuntos y trámites diversos al ejercicio del voto.


Por otro lado, las listas que tienen en su poder quienes operan como funcionarios de casilla (nuestras vecinas y vecinos) cuando llegamos a ejercer nuestro voto en la casilla, es lo que se denomina listado nominal, más aún, el listado nominal incluye a todas aquellas ciudadanas y ciudadanos que estamos en aptitud legal de ejercer nuestro voto.


Una de las elecciones federales intermedias con mayor participación fue la de 2021, es decir aquella que se realizó para diputadas y diputados federales y que ha sido una de las elecciones intermedias con mayor porcentaje de participación ciudadana, aproximadamente el 50% del listado nominal, salvo algunas excepciones, eso quiere decir que el otro 50% que no ejerció su voto, tramitó su credencial porque le fue útil para otros fines que son ajenos a los electorales. También cabe la posibilidad que no hayan encontrado en las opciones partidistas o independientes una alternativa que les haya convencido, lo cual, resulta válido o inclusive porque no haya tenido suficiente información para ejercer su voto de manera responsable.


Cabe señalar, que para tramitar la credencial para votar no se requiere que el ciudadano aporte un solo peso de manera directa, su costo lo absorbe el INE tantas veces como cambios de domicilio o extravíos se pueden gestionar o reponer, con lo cual, un porcentaje importante del costo de la democracia está orientada a que la ciudadanía cuente con un instrumento para votar, que paradójicamente algunas personas no lo ocupan con esa finalidad, fenómeno que ya ha sido analizado por especialistas en el tema.


Por su parte, el INE está obligado a garantizar el derecho al voto de todas y todos los ciudadanos que cuenten con una credencial para votar, por lo que, habría que sumar, el costo de las boletas electorales que se mandan a imprimir para que el 100% del listado nominal esté en condiciones de ejercer su voto, eso quiere decir, que en la elección federal inmediata anterior hubo un 50% de boletas electorales que para efectos prácticos se quedó sin uso.


En consecuencia, en esos rubros, el costo de la democracia es por lo menos un 100% más caro, si se establece una relación directa en cifras, del número de ciudadanos que teniendo el derecho a ejercer su voto no lo hacen.


Esos costos, no son responsabilidad directa de la ciudadanía que no ejerce su voto, en buena medida, quizá no lo hacen, como ya lo he referido, porque las propuestas de candidatas y candidatos que postularon los partidos políticos, y aquellas candidaturas independientes en competencia, no constituyeron soluciones reales que estén en condiciones de entender sus problemas y atenderlos, por lo que, se presenta un problema adicional, si las propuestas expresadas por esas candidaturas no fueron capaces de conectar con la ciudadanía en una campaña electoral, difícilmente conectarán con sus representados ya siendo autoridad.


Me explico. Del total de ciudadanas y ciudadanos que en un proceso electoral votan por una candidata o candidato que obtiene la mayoría frente a otras alternativas para un cargo determinado, quizá en el mejor de los casos, obtiene el 50% de los votos, lo que en términos reales representa tan solo una cuarta parte del total de la ciudadanía con derecho a votar, considerando que hay un 50% que no ejerció su voto y que, del 50% que votó, solamente obtuvo la mitad de votos, en ocasiones menos, pero que con esa cantidad fue suficiente para que ganara la elección, el derecho a votar por consiguiente ha tenido bajos niveles de penetración en la sociedad, tanto ciudadanía como quienes detentan una candidatura, nos conformamos con poca participación y en muchos casos, se traduce en pocos resultados.


En ese ejemplo en concreto, la mayoría tiene representantes que no eligió, bien porque no haya querido, podido o interesado, lo cierto es que una gran mayoría de la población al escuchar a sus representantes, no hace “clic” con sus palabras, con sus propuestas, con sus ideas, dado que, si en su momento como candidata o candidato no los convenció para que votaran por sus propuestas, ya en el cargo, las soluciones que se implementen para resolver problemas en la sociedad, no considerarán a la mayoría y en el mejor de los casos quien los represente les seguirá hablando exclusivamente a sus votantes.


En consecuencia, la representación la tendrá quien haya sido elegida o elegido, por un porcentaje que resultará menor respecto del total de la ciudadanía, cuanto más de la población, sin embargo, eso le da derecho al representante o gobernante de imponer su voluntad o sus ideas por encima de quienes decidieron no votar, de quienes ejercieron el voto a su favor, así como quienes decidieron una opción diferente, práctica común inherente a una democracia.


El costo de la democracia entonces, no sólo se traduce en dinero que nos cuesta a todas y todos, también en miles o millones a quienes no se les escucha, en algunos casos no se les entiende y por consiguiente no habrá posibilidades de que se atiendan sus problemas.


Nuestro derecho a votar nos debe sensibilizar a participar en elecciones federales y estatales y exigir que los resultados en la gestión de quienes nos representan se convierta en un libro abierto con un índice conocido por toda la ciudadanía, sin tomos ocultos ni libros secretos y con personas que sean humanas, no Diosas ni Dioses, que sean incluyentes de todos los problemas y visiones de nuestra sociedad, que sepan reconocer errores, porque ganar una elección no los convierte en seres perfectos.

Mtro. Antonio Gamboa Chabbán

Consultor en Derecho Electoral

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